Todos los 20 de junio recordamos a Manuel Belgrano, repetimos su nombre y contamos su historia. Es imprescindible hacerlo porque fue un hombre de ideas potentes y un fuerte compromiso con la Independencia. Pero todos los 20 de junio olvidamos también decir otro nombre: el de María Catalina Echevarría, la responsable de confeccionar aquel primer paño celeste y blanco. La historia también la hacen las mujeres.
María Catalina era hija de inmigrantes vascos. Conoció a Belgrano por medio de su hermano, Vicente Anastasio de Echevarría, un hombre de activa participación política en la época. En 1812, los Echeverría hospedaron a Belgrano en su casa, en la entonces Villa del Rosario, donde este había llegado para inaugurar un pequeño fuerte para contener el avance de los realistas.
Ante la necesidad de contar con un símbolo distintivo para sus tropas, Belgrano le pidió a María Catalina que confeccionara la primera bandera nacional, blanca y celeste con hilos dorados, conforme a los colores de la escarapela. El trabajo le demandó cinco días y lo realizó con la colaboración de dos vecinas cuyos nombres, una vez más, han quedado en el olvido.
María Catalina Echevarría no solo confeccionó la enseña patria. También asistió a la ceremonia de jura, a orillas del Paraná, a pesar de que no era común que las mujeres participaran en ceremonias militares. De esta manera, ingresó en la historia aunque año tras año insistamos en olvidar su nombre.